viernes, 31 de mayo de 2013

ERRORES

De vez en cuando, uno se da cuenta de que toda su vida ha sido un error. Es duro, pero bien enfocado puede ser un punto de partida desde el que trazar un nuevo rumbo, más correcto y saludable. Más o menos, es lo que me ha pasado a mí en los últimos tiempos. Lo de comprender que todo ha sido un error, quiero decir, porque lo de enfocarlo bien es un tema que no se trabaja en esta casa, en parte por principios y en parte por desconocimiento del asunto.

Y uno, que siempre ha sido un suicida vocacional, ha vivido esos últimos tiempos desde la revelación con la soga al cuello. Metafóricamente, claro. Lo de la soga me da repelús, y además no tengo a mano ninguna, ni soy excesivamente hábil haciendo nudos. Pero de los demás métodos, lo de vivir al borde ha sido mucho más literal. No ha sido agradable. No lo está siendo.

Ha llegado el punto en el que ya no sé si no he pasado de la idea al acto por cobardía, por sentido común, por no tener la seguridad de no fallar y hacer un ridículo espantoso (y quedar, además, en un estado peor del que estoy ahora) o, simple y llanamente, porque a veces sospecho si todo esto no será quizá un último ramalazo de una adolescencia mal superada y me esté dando por llamar la atención, en plan, eh, que estoy aquí, que quiero mimitos.

El caso es que tanta indecisión me ha dejado a merced de los elementos, sin la más mínima voluntad. Me dicen que vaya y yo voy. Me dicen que salte y salto. Me dicen que vaya al psiquiatra y voy. Y esto último merece quizá un comentario aparte. Porque he ido a consulta a pesar de que la psiquiatría siempre había sido mi particular línea roja, mi íntimo e intransferible "hasta aquí podíamos llegar". Cosas mías, por supuesto, pero cada uno tiene las suyas. El caso es que, ya ven, hemos llegado, hemos pasado y lo que nos queda, que Dios y Alá  permitan que no sea mucho.

Y así está el tema: desde hace un mes vivo convenientemente drogado (pero con los papeles en regla, eh, no se vayan a pensar lo que no es), viendo pasar la vida a distintas velocidades, según el momento del día y la dosis de benzodiazepinas que lleve encima, y sin embargo no pudiendo evitar todavía un extraño e inquietante hormigueo en el estómago cada vez que veo un camión de 15 toneladas pasar a toda velocidad por el otro carril. Sería tan fácil...

Lo bueno de las drogas estas legales es que no te dejan tan flipado como las otras (vamos, por lo que me han contado), y tampoco te dejan tan agilipollado como para no poder pensar. Incluso diría que te dan cierta cratividad.  A mí, por ejemplo, me ha dado por pensar que, ya puestos a joderse la vida y jodérsela a todos los que te quieren, puedes aprovechar y llevarte por delante a algunos de los malnacidos que tengas alrededor, que sin duda habrá una cantidad considerable. Estoy hablando de jefes, vecinos, familiares, conocidos.... cualquiera vale. Cierto que con los neurotransmisores seriamente alterados uno no tiene un criterio como para fiarse demasiado de sí mismo, pero, qué demonios, hace varios siglos que nadie parece tener un criterio medianamente fiable para nada, así que tampoco me voy a poner a mí mismo más obstáculos de los estrictamente necesarios. En fin, esto es un consejo que nadie tiene por qué seguir. Y que en caso de seguir, tendrá que ser eligiendo cada uno los compañeros de viaje que prefiera, pero yo voy teniendo claros a dos o tres tipos a los que me gustaría mirar a los ojos mientras les meto un cuchillo de palmo y medio en las tripas, y decirles ahora qué, eh, ahora dónde tienes toda esa chulería que gastabas antes, campeón, eh, ahora por qué no me dices algo gracioso. Casualmente, o quizá no tanto, dos son mis jefes, y el otro un personaje que no viene a cuento, pero al que quizás lo que le metiera en las tripas no fuera precisamente acero toledano.

Claro que también puede ser que precisamente hoy  me haya quedado corto con las benzos. Y entre eso, y que aquí abajo se tienen unas ideas muy raras, me parece que me estoy volviendo peligroso. Tendré que comentarlo con mi psicóloga. Porque también tengo psicóloga, ¿no se lo había dicho? Ah, pues les tengo que hablar de ella, porque el tema puede dar mucho de sí.

Pero eso será en otra ocasión, porque ahora, sintiéndolo mucho, tengo que dejarles. Es la hora de la medicación.

Reciban un afectuoso saludo desde el infierno.

S.S. Morgenstern.

jueves, 30 de mayo de 2013

YO TENÍA UN BLOG

Y Meryl Streep tenía una granja en África. Ambos lo perdimos. Ella debido a un gusto lamentable para elegir a los maridos y no demasiado mejor para los amantes. Yo debido a que nunca he podido soportar durante demasiado tiempo la sensación de estar haciendo algo que no tiene sentido.

Así que dejé el blog, y me fui de vacaciones. Pensé un montón de lugares paradisiacos. Resorts, vicios, lujos, playas privadas.... pero no había presupuesto, así que prefiero hacer de la necesidad virtud y decir que soy de natural ascético y que no me va el rollo hedonista y vacío. Y entonces tuve una idea genial. De vez en cuando pasa, y este año tocaba, por lo que se ve: si el mundo está hecho una mierda, si todos los demonios están aquí, el infierno está vacío. ¿Por qué no elegirlo como lugar de vacaciones? Cálido, amplio, con vestigios de historias interesantes, conservando en sus paredes la esencia de personajes carismáticos (por distintas razones, que no vamos a entrar a valorar: el carisma es como es). Y solitario. Ahora mismo estoy aqui, sólo, con tiempo para escribir, para pensar, y para añorar todo aquello que me agobiaba cuando vivía en el mundo real. Ya se sabe que las vacaciones son para eso: para echar de menos el trabajo. Y para darse cuenta de que uno no soporta a su mujer, pero ese es otro tema, y además aquí no aplica porque me he venido solo.

Creo que me pasaré una temporada por aquí, contando las anécdotas que acontezcan por mi atormentada alma. Para empezar, les diré que a la entrada había un cartel que decía: abandonad toda esperanza, vosotros, los que aquí entráis.

Esperanza, dice. Todavía me estoy riendo.

Suyo atentamente, desde el infierno

SS Morgenstern.